martes, 15 de julio de 2014

Una vez reunidos un buen número de personas



Una vez reunidos un buen número de personas, nos pasaron a la clase: una sala amplia que tenía sillas colocadas en semicírculo a lo largo y ancho de su extensión. Me fui hacia las sillas del fondo. Al llegar a la que preseleccioné, cogí una carpeta que había en ella –Ais, qué mona…-, me autodije (jejeje, como si no hubiese ido a por esa precisamente por el color de la carpeta… Si es que soy lo peor…). Al momento, se me colocó al lado una chica, muy simpática, Vanesa, creo que se llamaba. Entablamos una larga conversación; bueno, la entabló y mantuvo ella, yo “escuchaba”.

Hasta ese día, no me dí cuenta totalmente de que eso de “escuchar” es ventajoso en todas y cada una de sus vertientes semánticas. Tienes a tu lado a alguien que jamás has visto, alguien con quien nunca has hablado, y se toma la molestia de contarte su vida…Todo un detallazo por su parte, y toda una hazaña por la tuya, en el caso de tener un par de orejas que aguanten la parrafada… Es decir, a tu voluntad queda el atender y compartir impresiones si se da el caso (luego no se admiten reclamaciones), o, poner el “YO-AUTOMÁTICO” y trasladarte hasta las profundidades de tu pensamiento. Estudiados pros y contras, escuché 5 minutos y luego apreté el botón de emergencia ----> “la Xiowa a la que llama está apagada o fuera de cobertura…” Aunque mantenía mi postura hacia ella y a mi cabeza asintiendo, pero mi cerebro consciente resolvía conflictos existenciales: “Si se necesitan 8 hombres para realizar una tarea en 6 días…¿Cuántos necesitaremos para realizarla en medio día? Uhm… ” Es que… Después de la mañanita que llevaba, y esta mujé contándome no se qué sin previo aviso, cabida a tregua, y sin siquiera derecho a pedir el comodín del 50% … Era mucho pa mi body en menos de 2 horas, y lo que es peor ¡antes de las 9 de la mañana!

La profe empezó a hablar… ¿El qué? Pues ni idea, porque el “YO-AUTOMÁTICO” seguía activo. Cuando volví a la real-realidad ví que tenía sobre mi carpeta un pequeño rectangulito... Vanesa me dijo que era para poner mi nombre… “Ya empezamos con los jueguecitos raros de los cursos éstos…”, pensé algo inquieta; y es que claro, basándome en mi anterior experiencia… ¡Cualquiera se hacía la valiente! Cogí mi rectangulito y me dispuse a “decorarlo” con mi nombre… Pero antes, preferí acomodarme en la silla. Así que, más chula que un ocho hice ¡zas! Y surgió mi “crucedepiernashipnotizante” (ya me gustaría a mí, ya…) Y ahí que me teletransporté, a los más profundos recuerdos de mis clases de dibujo, en las que la torpeza tomaba forma de persona (osea, la mía) y despejaba esa famosa ecuación, que creía sepultada en el tiempo: “artes plásticas” + Xiowa = error


Despedida de soltera


Éramos un grupo numeroso (yo no conocía ni a la 3 parte), pero raroraroraro. Aficionados a sacar fotos en los lugares más horrendos que nos encontráramos (en un descampado, cerca de matorrales o de una papelera…), a ir divididos en subgrupos y a parar a cada kilómetro. Llegué agotada a nuestro destino, no por la pateada en sí, más bien por tanta parada (y sí, también por las vivencias estresantes que tuve que presenciar) : punto de salida. Caminaba con mi mochila a la espalda. De repente, me da por mirar para atrás y… ¿qué me encontré? Todo el mundo con el culo en el suelo, abriendo sus mochilas, y sacando comida... Con cara de interrogación, me senté con ell@s e intenté asimilar lo que veía: ¿¿acabábamos de llegar y ya había hambre?? Esa noche cené unas 4 veces (porque no era cuestión de estar allí mirando mientras tod@s comían… Compréndeme…) Una vez finalizado “el tentempié”, decidí ir más o menos a mitad del grupo (pa que no me pillara desprevenida otra situación del estilo…). A los 6 minutos, cuál fue mi sorpresa al ver a la gente sentándose en un muro “a descansar”… (¿¡¡Pero qué pasa aquí!!? ¿¡¡Qué Despedida de soltera es Despedida de soltera!!?)

Una cosa por la que merece la pena llamar a la NASA para que investigue, es mi mochila paradójica: sinceramente, ¿tú encuentras normal que cuanto más la vaciara, más me pesara? (Y no, lo de que cada vez me encontrara más cansada, no tiene razón de ser. Porque al día siguiente, cuando ya había descansado, ¡no había quién levantara esa mochila!) Si va a ser que “los diminutos” me gastaron una broma pesada…

Aunque tampoco es para menos lo que llegan a hacer ciertas personas por “Fé”. En este tipo de peregrinaciones es normal ir compartiendo tramo con otra gente. Junto a nuestro grupo, iba otro de 4-5 personas. Mientras bajábamos (ya de noche cerrada) una mujer se cayó haciéndose una herida ENORME en su rodilla; todo el mundo enfocándola con las linternas y la pobre ahí sufriendo (y a mí nublándoseme la vista, gracias a mi ya conocida “fobia a la sangre”). La atendieron, y en vez de pararse a descansar, ella continuó con su rumbo. Una buena kilometrada más abajo, la misma mujer (que iba incluso más rápido que nosotr@s) pisó mal en un bajón y se torció el tobillo de la misma pierna de antes. Lejos de abandonar, siguió con su empeño de “llegar a mi querida Virgencita”. Le perdí la pista. A las horas, cuando ya terminamos de bajar, (y donde ya había luz) la visualicé, a muy buen paso, un par de metros delante de mí: con un torniquete en la rodilla, cojeando e infatigable hacia la basílica. Estas cosas hacen pensar más de lo debido. Acabamos la jornada pasándonos (antes que por ninguna otra parte) por “unrestaurantedecomidarapidafamosoentodoelmundo” a tomarnos un merecido helado.

¿Secuelas? Sí. 2 ampollas en cada una de las plantas de los pies y poquitas agujetas en los gemelos. Lo de las agujetas ya está solucionado, lo otro tardará pelín más (mientras tanto, seguiré caminando “estilo pingüino”).

Dicen por ahí que una vez al año no hace daño… Qué suerte vivir aquí